Hagamos una salvedad de rigor: La evaluación de un vino siempre es subjetiva.
Si no fuera así, con cargar los datos que brinda el enólogo a un programa de computación obtendríamos la calificación precisa.
En milésimas de segundo.
Hagamos dos salvedades de rigor: No sólo juega la subjetividad de uno, sino muchas otras variables circunstanciales: cómo fue guardado ese vino hasta el momento de abrirlo, cómo fue servido, el estado de ánimo que teníamos, la compañía, la ocasión, el lugar, el entorno, el clima … en fin.
Todo eso influye en ese vino que tenemos en esa copa.
De manera que, aquí, no voy a decir cuáles (según mi juicio) son los mejores vinos, sino cuáles fueron (según mi memoria) los más disfrutados.
La del 2006, con un Nina Petit Verdot de Bodega San Huberto.
Y la del 2007, con un Grand Callia (blend de Syrah, Malbec, Merlot y Tannat) de Bodegas Callia.
Noche de paz, noche de amor, qué tremendos vinos, oh Señor!
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