domingo, 26 de julio de 2009

La delantera del Sub-10

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Hace unos pocos días, alguien me preguntó cuáles eran, para mí, los mejores vinos de menos de 10$.

A priori, no pude dejar de reflexionar que, bueno... si me lo hubiera preguntado hace un tiempito (no tanto) había opciones para formar un buen seleccionado. Una formación imbatible, desde el arquero hasta el último wing.

Lamentablemente, muchos de esos vinos hoy juegan en otra liga (la de 10 a 20, digamos) por obra y gracia de una inflación que oficialmente no tenemos. Pero...
... "la única verdad es la realidad".
Y las verdades de La Rosada no siempre son las realidades de Doña Rosa.

Entonces, volviendo a lo nuestro, lo más probable es que:

1) Pese a la pálida sigamos con ganas de disfrutar un buen vino.

2) El billete que teníamos en el bolsillo siga siendo de 10 pesos.

3) Quien me hizo la pregunta siga esperando su respuesta.

Tengo que reconocerlo: la consulta me obligó a hacer un "cosmovino investiga", ya que me agarró un tanto desprevenido.

Justo este sábado (el que acaba de pasar) estaba invitado a una cena en lo de mi ex-jefe y actual-amigo Carlos (uruguayo por nacimiento, venezolano por migración y argentino por descarte).

En lugar de llevarle un vino de 100 pesos y quedar como un duque, llevé 100 pesos en vinos de hasta 10 pesos y quedé como un impredecible. Hasta que expliqué lo que necesitaba y los puse a trabajar (total, conociendo a los invitados, sabía que nadie se declararía en huelga ante la faena).

Fueron quince botellas, seleccionadas según un índice más o menos confiable: el de mi mano. Los compré en Jumbo, con unilateral criterio, antes de rumbear para lo de Carlos.

La mesa de la cocina anfitriona se convirtió en un laboratorio enológico, y a su alrededor se llevó a cabo un apasionado simposio.


El objetivo fue que, de esa short list de 15, surgieran 5 elegidos. Que enumero a continuación, aclarando que no es un podio con orden de mérito, sino una delantera ganadora. Como esas delanteras de 5 que había antes, cuando el fútbol argentino tenía menos sed de euros y más hambre de goles.
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La formación es la siguiente:
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- Traful, de Bodegas López ($7): vino honesto que hace honor a la tradición de su bodega.
- Tocornal, de Concha y Toro ($6,50): franco sabor frutado, muy muy tomable.
- Pequeña Vasija, de La Rural ($9): vino bien entero sin caer en alcoholosidades.
- Fina Beltrán Duo, de Zuccardi ($9,90): agradable y suave; casi demasiado suave.
- Pont l´Eveque, no acusa bodega ($7): este lo impuse yo. Me impactó ese halo vejardo que me transportó a una pulpería (nunca estuve en una pulpería, pero... me transportó!).

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Como dicen en todas las elecciones de reinas & misses, la elección no fue simple. Probablemente el dios Baco no sea argentino, pero está claro que a nuestro país le ha dado bendición preferencial. Tenemos buenos vinos!
Los tenemos incluso bajo los 10 pesos! Un europeo lo envidiaría de verdad.

La reunión siguió luego según lo programado originalmente: margaritas (Carlos también fue mexicano); tacos, frijoles, guacamole y otras tantas chingadas; cerveza fría para apagar el fuego; degustación de rones venezolanos. Entenderán los lectores del blog por qué necesité 48 horas antes de transcribir los resultados de aquella cata...

El estudio se hizo sobre una muestra de vinos tintos exclusivamente. Además de las mencionadas, las otras marcas que participaron fueron: Los Quiroga, Carcassonne, Colón, Suter, Concha y Toro Reservado, Astica, Goyenechea Clásico, Valderrobles, Aberdeen Angus, Santa Isabel. Gracias Ana María y Carlos por la velada!

lunes, 20 de julio de 2009

El Vino no es una bebida.

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Podría empezar diciendo que el vino es una ceremonia.
Pero no lo voy a hacer porque es un lugar muy común.

“El vino es un lubricante social”, le escuché a mi prima
que lo escuchó nosedónde.

Claro que sí: el vino hace que en una reunión las relaciones fluyan con más fluidez (no voy a decir “valga la redundancia”, no y no; nunca!).

Que se conozcan los desconocidos. Que conozcamos cosas desconocidas de quienes creíamos conocer.

Es un buen diluyente: de caretas, de armaduras, de posturas.
Derriba defensas, pero nos deja más fuertes porque descubrimos
que ya no las necesitamos.

El vino hace al otro y a sí mismo más interesantes, lo que deriva
en conversaciones harto mejores.

Incluso, está comprobado, produce enamoramientos.

Da paz, sabiduría, respeto. Eleva.

Y encima, como yapa, hace bien al corazón, al cerebro, a la dermis
(es antioxidante).

Obvio, algún abstemio amargo saldrá a decir que también es malo.
Pero somos grandes, y sabemos que todo es según la medida:
el agua de mar también cura las heridas; sin embargo a Alfonsina
le hizo mal.

El vino es muchas otras cosas que ahora no vienen al caso:
una industria, un fundador de pueblos, un cristalizador de identidades,
un generador de valor agregado, una carta de presentación al mundo,
blablablá (pero un blablablá que no es poca cosa).

Finalmente (y acá viene lo que quería decir)… el vino inspira.

A mí me ha inspirado la creación de este blog. Humilde blog, que no
pretende ser el mejor. Más bien puede reconocerse como el peor.
Pero no importa.

Aquí está, a disposición de todos los que sienten que el vino no es
una bebida y nada más (para eso están el agua, la cocacola y el naranjú).

Y también para quienes no les gusta pero les gustaría que les guste:
veremos qué podemos hacer por ustedes.

Desde ya, gracias por vuestra atención. Hasta los próximos post.
I sveikata!

(“I sveikata”? Bueno, sí: significa “a la salud”, en lituano. Suena lindo, no?)


jueves, 16 de julio de 2009

El Top-3 de mis mejores Wine-Experiences (Part I)

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Hagamos una salvedad de rigor: La evaluación de un vino siempre es subjetiva.
Si no fuera así, con cargar los datos que brinda el enólogo a un programa de computación obtendríamos la calificación precisa.
En milésimas de segundo.

Hagamos dos salvedades de rigor: No sólo juega la subjetividad de uno, sino muchas otras variables circunstanciales: cómo fue guardado ese vino hasta el momento de abrirlo, cómo fue servido, el estado de ánimo que teníamos, la compañía, la ocasión, el lugar, el entorno, el clima … en fin.

Todo eso influye en ese vino que tenemos en esa copa.

De manera que, aquí, no voy a decir cuáles (según mi juicio) son los mejores vinos, sino cuáles fueron (según mi memoria) los más disfrutados.

Comenzaremos por el tercer puesto: compartido por dos vinos diferentes, en dos años diferentes, en una misma ocasión: Nochebuena.

La del 2006, con un Nina Petit Verdot de Bodega San Huberto.
Y la del 2007, con un Grand Callia (blend de Syrah, Malbec, Merlot y Tannat) de Bodegas Callia.

Noche de paz, noche de amor, qué tremendos vinos, oh Señor!
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El Top-3 de mis mejores Wine-Experiences (Part II)

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En el segundo puesto:

Cena-inauguración de la terraza cheta con amenities (parrilla, cañas, ducha, sillones) de mi amigo Charly (hoy clausurada por la burocracia consorcista).

Llevé dos vinos: uno para tomar, y otro para que le quede. Al primero lo elegí con esmero y le puse un billete. Al segundo no le puse ni cuidado ni un peso:
lo manoteé de mi Bar, Restaurant & Disco. Un Terrazas Malbec, que no conocía ni pensaba conocer. No iba a ser un gilastrún más cayendo en la trampa marketinera de Chandon…
Pero, para regalar, cumplía.

Tomamos el vino-jamón-del-medio que, miren qué cosa, no recuerdo cuál fue.
Vino que, para cuando la velada terminaba, se había terminado.

Entonces miramos hacia el banco de suplentes: sale una botella de nosecuál, entra una de Terrazas.
Así nomás, sin elongar ni nada. A cumplir con una copa, en tiempo de descuento, antes de la despedida.

Ese día descubrí que Chandon, además de buen marketing de vinos, tiene buenos vinos. Y que una botella de Terrazas te puede retener una horita más en la ídem, aunque sea en medio de la semana y al otro día haya que ir a trabajar.
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El Top-3 de mis mejores Wine-Experiences (Part III)

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And the winner is…

Hacía poco que habíamos inaugurado nuestro Bar, Restaurant & Disco (porque no soy yo solo; somos tres). Y un día, no sé cómo, el gerente o supervisor o jefe de algo de Chandon nos cursa una invitación para que vayamos a cenar al Chandon Bar, que en paz descanse (el bar, no el tipo).
Hacia allá fuimos, con nuestras respectivas, previa escala técnica en una Shell donde me aprovisioné de habanos cubanos que seguramente les habían quedado del 1 a 1.

Chandon Bar estaba en Puerto Madero. Para mi gusto, un tantico demasiado sobrio, demasiado minimalista, demasiado tecno. Que sin duda, era como debía lucir un bar Chandon para seducir clientes Chandon. Pero bueno, sí: estaba lindo. Claro que sí.

Entrada: ostras frescas, que gozamos con nuestras mejores caras de asco.

Plato principal: Bueh, no sé… éramos seis! Además no viene tan al caso.

Vino: Esto sí viene al caso. Como es habitual, me honraron con la responsabilidad de elegirlo.

Repasé la carta y me tildé en una marca (hasta entonces, para mí) desconocida: “Q”.

No una palabra. Ni siquiera una sílaba. Sólo una letra!
“Q”.
Cabernet Sauvignon, de Familia Zuccardi.
Mamita! Qué vino!
Qué-Vino-Pordiós!!

Por fin pude sentir eso que las revistas de vinos describían y a mí me desesperaba no entender: Chocolate, cuero, especias… Todo lo bueno de este mundo estaba en esas copas.

Postre: Pedimos la cuenta.
El camarero, en vez de un ticket, trae un mensaje: “Los señores están invitados”.

Qué vino, qué noche, qué magia!
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miércoles, 15 de julio de 2009

Vin de Tablas.

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No sé si sabían: el año pasado incursioné en el mundo del Stand-Up.
Es ese subgénero de las artes dramáticas, en el cual el comediante (tal su traducción al español) monologa acerca de sus observaciones de la vida.


(Vieron esa películas yanquis donde hay un club -preferentemente, en un sótano- con mesitas con veladorcitos y un escenarito con un tipo al micrófono? Bueno, eso.)

Sus temas son de lo más diversos: la actualidad, la existencia de Dios, las técnicas para atarse el cordón de los zapatos... Eso sí, hay un común denominador de hierro: tiene que hacer reír.

Y si no hace reír, se tiene que ir.

Yo me fui pronto, pero alcancé a dejar testimonio fílmico de una pequeña rutina acerca de los vinos.

Oia! Esto es un blog de vinos, mirá que justo! Si gustan, pasen y vean. Dura 3 minutos y unas gotitas:

http://www.youtube.com/watch?v=eLTg_Wcq8ZU
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martes, 14 de julio de 2009

Cuidado con lo que toman.

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Hace un par de años, fui con mi bienamada a cenar a un restaurante
de Canning. Ni el mejor ni el peor: un lugar con buenas intenciones
salpimentado con buenos desaciertos.

No me acuerdo qué comíamos pero sí qué tomábamos: Trumpeter Reserve (blend tinto de cabernet, malbec & tempranillo de Bodega
La Rural).

En la mesa de atrás mío había, no sé… cuatro matrimonios serían.
Treinañero tardíos, cuarentones tempranos. Como nosotros.

Ellas, desde su “rincón de la mujer de hoy”, conversaban de vayasaberqué acompañadas, seguramente, por aguas exóticamente saborizadas. Ni con gas ni sin gas.

Todo bien con ellas. El tema era ellos.

Hablaban gritando, compitiendo para imponer sus tesis del macho argentino.

El mozo, al que manoseaban verbalmente, ganó el privilegio de ser llamado con su nombre de pila. Más que mozo era un amigo.
Gran amigo y mejor esclavo.

Se quejaban: que se ahogaban; que si prendemos el aire, que si abrimos una ventana.
Que el hielo se acabó, que la carne está cruda, que el pescado tiene gusto pescado.

Yo no los podía mirar, porque estaban a mis espaldas.
Pero podía representarme un cuadro de la edad media, de hombres rudos en la taberna regando sus gargantas con… con qué?
Para confirmar mis sospechas, pregunté discretamente:

- Amor… Qué están tomando?
- Coca Cola.


Y mis sospechas fueron confirmadas.

jueves, 9 de julio de 2009

Vino para los que no les gusta el vino.

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Es normal: No todo lo que en teoría es lindo nos gusta
desde la primera vez. Tal vez por eso muchos no toman vino.
Prueban, no les gusta, se pasan a la Mirinda.
Así que los voy a ayudar con un par de consejos para iniciarse
en el vino sin que duelan las papilas.

"Y para qué inciarme en algo que no me gusta?"
preguntarán con lógica.
"A cuenta de todo lo que descubrirás cuando te guste"
contestaré con mística.

Entonces:

- Elegí los blancos, que son menos conflictivos para un paladar enológicamente virgen
(de paso, el color también ayuda: es más inocente, más transparente, más... lindito:
el vino también es una experiencia visual!).

- Incluso, yendo más lejos en cuanto a lo visual: elegí una etiqueta que te guste por
su diseño. Por qué no? Uno ve una botella
de Santa Julia, Quara o Chakana y dice
"Uh, esto no debe estar nada mal..."
(No te avergüences; seguile el juego al marketing. Haceles creer que te la creés y verás que todo es mejor!).

- Los que no fallan, son los blancos dulces: los "tardío", "dulce natural",
o similarmente denominados. Productos nobles y ricos, capaces de replicar la experiencia de llevarse un chupetín "Pico Dulce" a la boca, cuando uno era niño y el mundo era perfecto.
También existen algunos exponentes tintos de estas variedades.

- Algo que bien podés hacer es cargar tu copa con un blanco o rosado
(con hielo, sí, por qué no) y luego agregarle un chorrito de licor
(de frutilla, de cassis, de melón, de durazno...).
Esto, además de darte un vino "a medida", tornará en un divertido
juego de creatividad, sabor y color.

- Si la cosa es nomás con un tinto, elegí uno joven (de cosecha reciente) y de cepas más "consagradas" (como el malbec) o "sabrosas" (como el merlot).

- Vino con soda: Te diría que no... Pero bueno: si lo necesitás, hacelo.
Con el compromiso de ir reduciendo en el mediano plazo la proporción de soda, hasta dejarla relegada únicamente al vermú del tío Atilio.

- Vino mezclado con gaseosa: Un delito federal castigado con durísimas penas. NO LO HAGAS.

Hasta aquí mis modestísimos consejitos, tomados de mis propias experiencias (algunas tempranas, algunas actuales). Espero que les sean de utilidad. Hasta el próximo post. Hasta el próximo vino.
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