jueves, 17 de septiembre de 2009

Cepas de Bandera (Parte I)


Algunos países -un poco naturalmente, un bastante marketineramente- tomaron determinadas cepas y las hicieron "propias".
Las transformaron en cepas-insignia.
Tal el caso de la Argentina, que decretó: "El Malbec soy yo".

Y está bien, ya que todo el mundo coincide en que -si bien su origen es francés- es en esta patria donde encontró "su lugar en el mundo", donde mejor se desarrolló y desplegó sus virtudes (de hecho, es la variedad más cultivada).

Casi otro tanto pasa con la Torrontés, uva verdaderamente autóctona, concebida por cruza de Moscatel de Alejandría con Criolla Chica (se da a full en La Rioja y Salta).

Los wine-futurólogos locales aseguran que, ahora que la Malbec tiene pasaporte argentino, iremos por la Bonarda: una variedad de origen italiano muuuy usada acá para cortes de vinos de mesa, pero que está logrando interesantes criaturas varietales. Dicho sea de paso, es la segunda variedad más plantada.

Bueno: ¿y qué otros países tienen sus uvas-insignia?

Aquí al lado tenemos el caso de Chile, con su misteriosa Carménère.

A mediados del siglo XIX, la plaga del hongo filoxera casi acaba con todos los viñedos europeos. Entonces, a la Carménère se la dio por extinguida.

Hete aquí que, hace unos pocos años (muy pocos), ciertos estudios en genética de la vid (ampelografía) determinan que, en Chile, una uva que se la tenía por Merlot no era Merlot sino Carménère (traída por viejos inmigrantes europeos antes de la filoxera).

Cantadita, vino la sagaz estrategia: "Chile y Carménère, huevón, un sólo corazón!", con el halo de la referida historia de yapa.

Al otro lado del charco, los uruguayos también se agarraron una cepa para sí: la Tannat.

No sé bien sustentados en qué.

Yo creo que en la premisa "No tenemos casi vinos, pero tenemos Tannat". Y el que se deje tentar con esta modesta propuesta, bienvenido sea.
Por cierto, he probado un par... y están bien de bien, bo.

Qué tenemos en otras latitudes del mundo?
En el post siguiente...

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